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Historia de una pisada
El camino se hace al caminar
A mis fieles lectores,
Se notaba cómo temblaba la tierra y era inevitable pensar la fuerza con la que aquella pisada se clavaba en la tierra. Aquella pisada que para algunos significaba muerte y para otros vida. Una paradoja, una espada de dos filos que podía herir a quien la viera o podía fortalecer a quien la portaba. Aquella criatura no era algo que se veía normalmente.
Edmundo llevaba ya mucho tiempo fuera de casa. En el momento que salió de safari no esperaba encontrar algo como eso, salió esperando con imágenes que conocía de animales salvajes pero no imagino nunca cómo enfrentar esa realidad cambiaría la suya. Desde chico realmente siempre supo que tendría que salir de casa, quería hacerlo, muchas veces dentro de ella no se sentía cómodo, no entendía el hogar y quería la aventura que siempre había soñado. Cuanta falta hace conocer otra realidad para valorar lo que uno tiene. No lo supo hasta que encontró a esa criatura.
Tenía una fascinación por los animales difícil de igualar, mientras los demás niños pensaban en pokemones él conocía más de 300 especies de un safari normal. Sabía el parentesco entre ellas y cómo cada una contribuía — Como en el Rey León— a un ciclo perfecto en el que cada uno aportaba. Salir de casa le dio algo que no esperaba. Hasta ese momento entendió muchas frases de esa película que no había pensado mucho hasta ese punto de inflexión en su vida.
A través de las hojas, escondido en la sábana, podía ver perfectamente al animal, siguiendo su curso pero haciendo temblar la tierra. Esa voluntad, ese carácter, todo lo propio de el personaje que tenía de frente que cimentaba su camino y enfrentaba a quien se ponía de frente, le hizo entender muy bien cuando en la película Mufasa le dice a Simba algo parecido a lo siguiente (no lo recordaba exactamente): “te olvidaste de mí, pero porque te olvidaste de quién eres y de dónde vienes”. Un eco interminable y fuerte resonaba esa frase en su interior, veía al animal y entendía que era una historia distinta mientras que él mismo era Simba en ese momento. Edmundo estaba perplejo, mudo.
Solo pensaba, recordaba las caras de aquellos que quería y que le querían. Sabía que de cierta forma quería ser aquel que tenía enfrente. Cuan fuerte y firme la pisada que daba su convicción, cuán fuerte voluntad de cimentar y crear su propio camino bajo sus pies cuando no existe ese camino sino que lo creo a medida que avanza en su misión. Era transparente y de la fuerza de esa convicción emanaba su fuerza para avanzar. ¿Porque alguien como él no podía entender quién era? Sentía un impulso del corazón por regresar a casa, por abandonar el safari para encontrar en su hogar esa identidad que era su legado. Al mismo tiempo el corazón también lo motivaba a salir, a pisar fuerte, a crear su camino. Parecía que el corazón se partía en dos por ser fuerzas aparentemente opuestas.
No era un problema. Quizás y lo noto después del viaje pero aquello que desgarraba su corazón y llevaba cada mitad a un lugar distinto se convertía poco a poco en la solución. Tenía que encontrar la forma de hacer ambas porque tenía que conciliar ser quien aquello que su herencia en cierto sentido lo hacía y ser aquello que se convertiría al abrir el camino por ese paso firme. Tenía que ser tan él mismo que no sabía por dónde empezar. Conocerse sería una cuestión de introspección y decisión a un mismo tiempo y ritmo.
Cada paso le daba una pista de cómo trazar su camino y visualizar su fin. Cómo conquistar su misión. Respiraba la incertidumbre con confianza de saber que tenía que hacer, un poco incómodo por el hecho de no saber cómo pero con la seguridad de que avanzando la luz del sol suele mostrar el camino. Sabía que también quería hacer temblar la tierra por su pisada y por su camino.