Personas espejo

Personas que saben ser espejo...

A mis fieles lectores,

Siguiendo las buenas costumbres y respetando las nuevas promesas, escribo esta edición pensando en lo que pasa alrededor de mí. Como yo vivo mi vida depende absolutamente de mí y nadie realmente puede decidir qué es lo que hago en el día a día más que yo, de hecho todos funcionamos así; cada quién es dueño de su propia vida. Decidimos un matiz muy propio de lo que es nuestra identidad en el obrar y pensar habitual, una luz particular para distinguir(se) de los demás, ese tinte específico. Cada pequeño trazo en el lienzo realmente cambia la pintura; cada tono distinto puede hacer ver una emoción diferente o transmitir una idea alejada a lo que realmente se pensaba. Cuando una persona contempla la noche estrellada de Van Gogh alguien puede sentir esperanza pero si el pintor decidiera oscurecer un tono azul su cielo, puede que la persona perciba lo contrario a la intención inicial del artista.

En el cómo vivimos nos descubrimos, nos conocemos y nos definimos. Un tema que ya he tratado antes y no se agota. Sin embargo, también en esas decisiones se incluye la forma única de cada quién al tratar a los demás. Esta forma de convivir, por su propia forma de ser choca con la de los demás necesariamente, para bien o para mal. Se entrelaza con la perspectiva ajena para complementarla, completarla o corroerla.  Necesitamos de la perspectiva de los demás. Si sólo vivimos con nuestra propia perspectiva estamos limitados porque nuestra forma de ver la vida es parcial, en cambio si escuchamos y conocemos otros horizontes, los de alguien más, entonces la visión propia crece. La visión de una persona se agranda conociendo la de los demás cómo en el cuento de los ciegos y el elefante, cada uno conoce una parte distinta del mismo elefante y no por eso alguna de sus perspectivas dejan de ser verdad. 

Sin dejar escapar el tema de la convivencia hay que decir que es la forma adecuada en la que una persona integra la perspectiva ajena en la propia. En la medida que nosotros convivimos con los demás tenemos más claridad de lo que vemos. Nuestra forma de ser y forma de pensar crecen. Cada uno con sus virtudes y defectos, con sus rasgos propios de personalidad completa y es completado por los demás; una persona sola no solo sería triste sino que evidentemente estaría incompleta. De ahí la gran importancia de las relaciones, desde una conversación amable y ocasional con el cajero o el guardia hasta la amistad más íntima manifiesta nuestra forma de tratar a los demás, de aportar a su visión y recibir de ellos lo mismo. Ahora bien, es realmente importante la forma en la que cada uno se relaciona con los demás, puede tener diferentes intenciones y resultados dependiendo de lo que haces a la hora de la hora de hablar con otros. Hay, por necesidad, que distinguir la forma y el fondo de nuestra forma de convivir con los demás.

Si a la hora de comunicar el mensaje, de tratar a los demás la forma o el fondo fallan la convivencia se vuelve defectuosa. Si falla la forma podemos caer ingenuamente en hacer mal a los demás sin siquiera percatarnos. Podemos tener una gran intención y un mensaje realmente bueno pero si no funciona la forma entonces es fácil que la otra persona malinterprete lo que se dijo, y siendo mexicanos es aún más fácil quedarnos resentidos por lo que la otra persona nos dijo. Entra entonces el principio de acción fundamental de la convivencia, la regla de oro: “Trata a los demás como quieres que te traten”. Se convierte en principio propiamente, en guía de convivencia. Podemos ir por la vida de forma egoísta sólo pensando en nosotros y lo que nos afectan los demás, más como un “debo ser tratado como quiero ser tratado” sin darnos cuenta de que caemos en una trampa. Podemos sólo vernos al espejo y dejar de considerar lo que sienten y piensan los demás sólo buscándonos a nosotros mismos.

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Por el otro lado podemos convertirnos en personas espejo. Más allá de la teoría psicoanalítica de Lacan, al cuál agradezco sólo por inspirar esta otra idea (no estoy de acuerdo con su pensamiento) que traje en la cabeza en la semana. La persona espejo propiamente definida es aquella persona que además de ser sincera y real en su convivencia, su trato y forma de convivencia refleja la luz de los demás antes que la propia. Es la persona que procura el bien y crecimiento ajeno siempre. Hace saber a los demás de sus virtudes y muchas veces también de sus defectos con la forma adecuada para no aplastar al otro; no para evidenciar sino para afianzarlo, crecerlo. Es perder muchas veces ese propio orgullo por el bien del otro; es a veces pensar más en el otro que en uno mismo; es saber exigir pero saber confiar. Decir lo que se tiene que decir sin pelos en la lengua pero sin navajas amarradas. Es pasar de la confianza al siguiente nivel de convivencia. Quieres del otro sus virtudes y sus defectos, sin rechazo y sin lástima, procuras comunicar sin hacer menos. Es mostrar que puede conseguir más si sabe soñar y esforzarse, si sabe fracasar y levantarse. Todo eso depende de la forma en la que convives con alguien, todo eso depende del fondo del mensaje y la intención que lleva. La buenas y malas noticias siempre tienen otro punto de vista, siempre tienen más de una manera de ser comunicadas y recibidas. ¿Tú cómo tratas a los demás?

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