Protagonismo vivo

Ser el protagonista

A mis fieles lectores:                                                          17 de diciembre del 2023

(Se recomienda leer en computadora)

Hay una palabra que me ha hecho pensar últimamente, de esas veces –que todos hemos sentido– que hay algo que te inquieta, te atrapa, te envuelve; no de forma perjudicial,  sino de una forma como cuando la curiosidad no te deja de picar el cuello. La palabra es la siguiente: Protagonismo.

Claramente no es que sea una palabra rimbombante, que asombra o deja huella de primera oída, es una palabra bastante normal, común, sin mucho más que añadir. Ahora bien, cuando le das significado se vuelve entonces especial, se convierte en una historia que queremos escuchar e incluso también vivir. ¿Por qué pasa esto? Un psicólogo conductista te diría que es por la forma en la que todo tu pasado y tu entorno actual te hace querer obrar, mientras que un psiquiatra te explicaría las reacciones cerebrales que suceden una tras otra en la cabeza al escuchar unas palabras específicas. Por otro lado, un mercadólogo te diría que las historias venden, y creo que es la explicación más acercada a la realidad.

Déjenme explicarme, todo nuestro planeta gira alrededor de historias. Venden porque todos queremos escucharlas: entretienen, dan sabor a lo que vivimos, color a lo que pensamos. Emocionan. Precisamente porque emocionan muchas veces queremos vivirlas, nuestra propia vida a veces se vuelve insuficiente cuando la comenzamos a comparar con las películas de Hollywood o con la vida de los influencers. Nos gustaría vivir experiencias fuera de lo normal que en nuestra vida difícilmente pasarán. La mentira se hace más grande con el paso del tiempo y el vacío que sentimos se vuelve más hondo. ¿Por qué no me pasan cosas interesantes? –podríamos llegar a pensar– Es la crisis de identidad que la sociedad sufre, nadie quiere ser quién es ni permanecer en el lugar en el que está.

No me malentiendan, no está mal aspirar a la grandeza. Soñar con lograr grandes éxitos y romper nuestros propios límites. Está mal únicamente cuándo no sabes quién eres. Una vez que sabes quién eres, entonces puedes realmente comenzar a aspirar las cimas que quieres alcanzar. Por ahí tenemos que entender el protagonismo. No es necesario buscar lo imposible, imaginar situaciones que no van a pasar o dejar de ser nosotros mismos para vivir una gran experiencia, sino que es precisamente abrir los ojos a la propia realidad. Dejar de compararse y ser protagonista de la propia vida. Luchar por vivir con intensidad lo único que realmente puede hacer: ser uno mismo. El protagonismo es justamente eso, percatarse que sólo tenemos una vida y hay que vivirla lo mejor que podamos. Si perdemos el tiempo lamentando lo que podría/pudo haber sido mi vida si tal o cuál hubiese pasado, no estaríamos realmente viviendo lo que podemos vivir.

Es tomar las riendas; agarrar el volante; ponerse la camiseta; vivir la historia de tu vida es lo verdaderamente apasionante. Cuando uno entiende que para disfrutar lo que sucede tiene que estar abierto a lo bueno y lo malo, sabiendo que prácticamente nada está sobre su control sino que sólo la actitud y perspectiva, las ganas de vivir la propia historia para poder contarla aumentan. Por no necesitar de esas grandes historias de Hollywood, sino porque sé quién soy y quiero vivir quién soy.

Para eso hay que vivir un protagonismo radical. Entender la responsabilidad que cada uno tiene por conocerse y por tomar las decisiones que en cada momento nos hacen. Es una decisión de todos los días. Un no parar de querer ser quién soy para vivirlo. Vivir el presente siendo yo. Un sentimiento que arraiga hasta los huesos porque no puedo, ni quiero, quitarlmelo. Así puedo apuntar a la persona que quiero ser, tomar las decisiones de forma coherente con quién soy y quién quiero ser. Claro que el protagonismo no está nunca completo sin una misión, sin un fin, un propósito, que será tema de la siguiente semana.

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Nos vemos el siguiente domingo a las 7pm…