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Tiempo de Oro
Valor del instante
A mis fieles lectores:
“Abrázame que el tiempo pasa y ese no se detiene
Abrázame muy fuerte amor que el tiempo en contra viene
Abrázame que Dios perdona pero el tiempo a ninguno
Abrázame que no le importa saber quién es uno
Abrázame que el tiempo pasa y él nunca perdona
Ha hecho estragos en mi gente como en mi persona
Abrázame que el tiempo es malo y muy cruel amigo
Abrázame muy fuerte amor”
Grandes poetas siempre se han hecho preguntas del tiempo. Queremos entenderlo muchas veces, queremos gozar, aprovechar lo más que podamos pero como dice un amigo: el dolor más grande en la vida es la ausencia; y muchas veces el tiempo es la causa de esa ausencia. El tiempo pasando es como un río que puedes sentir pero que no puedes sostener en tus manos, al agua se nos escapa y escurre de las manos sin poder mantener más que solo un poco. Pero, aún con este evidente problema, nos encontramos de repente con momentos de Oro, Tiempo de Oro, de un valor inconmensurable.
Desde el punto de vista positivo podríamos decir que la conciencia de que pasa el tiempo sin poder detenerlo es una gran ventaja. Caer en la cuenta de que tenemos momentos con alguien más que están contados es fuerte pero nos impulsa a realmente aprovechar esos momentos. Admirar un ocaso y saber que sólo te alumbrará un par de minutos es bonito y duro, puedes aprovechar esos instantes para contemplar pero tendrás que esperar otro día completo para volver a ver el espectáculo que pinta la pupila, ser consciente te obliga a otorgar mayor valor a ese momento. Saber que posiblemente no vuelvas a ver a un ser querido por cualquier motivo –ya sea muerte, viajes, mudanza, etc– y querer aprovechar los momentos a su lado los convierte en únicos, palpables, íntimos, los vuelve de oro.
Por el lado negativo está la ausencia, sólo hasta que llega nos recibe con un golpe de melancolía. Añoranza a lo que hubo y a quién nos acompañó, nostalgia de no tener más con nosotros esos momentos de oro con otra persona, con un lugar específico, con una situación. Es un trago amargo, que sólo empieza a caer mal cuando es muy tarde para tratar de aprovechar lo que teníamos. En cierto sentido, esta es una bella melancolía; cuando cae en el abismo es mala ya que nos hace perdernos en la oscuridad, cuando se sostiene en un punto es buena porque suscita la reflexión y emerge un hermoso recuerdo que fue y puede volver a nacer bajo distintas apariencias.
No hay que perder el tiempo en pantallas, a veces vale la pena olvidar lo que nos distrae de la realidad inmediata y prestar atención a quién tenemos enfrente. Los colores que tienen los sentimientos solo se descubren con la vista del corazón, y sólo se puede ver con el corazón a través del silencio y la atención. Preguntando, escuchando, provocando a veces a las personas y a sus corazones, retando la capacidad propia y ajena de recibir afectos genuinos. Tendría que haber a nuestro alrededor muchas fábricas de Tiempo de Oro, tendríamos que ser esas fábricas para los demás.
No hay razón suficiente para negar lo evidente. Hay que intentar métodos distintos para obtener resultados distintos. Cambiar el mundo depende de cambiar nuestro mundo: primero lo que llevamos dentro, luego lo que nos rodea y finalmente lo que a primera vista no alcanzamos. Buscar a los demás para generar estos momentos es la gran cruzada que el mundo de la indiferencia necesita para cambiar, porque es dejar de mirarse en el espejo y empezar a mirar a los ojos a los demás.
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Nos vemos el siguiente domingo a las 7pm…
Dos posdatas: