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Un texto sugerente
Como dije, sugerente
A mis fieles lectores:
En este día de elecciones, les dejo este texto que me parece muy interesante del valor del esfuerzo y la fatídica alternativa de no hacer nada o caer en la alternativa más fácil… Aquí el texto:
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-Hijo mío, vas a entrar, por pereza, en la más laboriosa de las existencias. ¡Ah, dices que eres vago! Pues prepárate a trabajar. ¿Has visto una máquina que es tremenda? Se llama laminadora. Hay que tener cuidado, porque es astuta y feroz; si le pilla a uno el faldón del frac, se lo traga entero. Esa máquina es la ociosidad. ¡Detente ahora que aún estás a tiempo y sálvate! Si no, todo habrá acabado. Dentro de nada te habrá atrapado el engranaje. Y, en cuanto te atrape, puedes perder toda esperanza. ¡A pasar cansancio, perezoso! No volverás a descansar. Te tendrá cogida la implacable mano del trabajo. Ganarte la vida, tener una labor, cumplir con una obligación, ¡eso no lo quieres! ¡Ser como los demás te aburre! Pues bien, serás de otra forma. El trabajo es ley, quien lo rechaza porque lo aburre lo hará como castigo. No quieres ser obrero; serás esclavo. El trabajo sólo suelta por un lado para agarrar por el otro; si no quieres ser amigo suyo, serás su negro. ¡Ah, no has querido el cansancio honrado de los hombres! Pues tendrás el sudor de los condenados. Donde otros canten, tú soltarás estertores. Verás de lejos y desde abajo cómo trabajan los demás hombres; y te parecerá que están descansando. Verás al labrador, al segador, al marinero, al herrero dentro de un nimbo de luz, como a los bienaventurados de un paraíso. ¡Qué fulgor en el yunque! ¡Qué alegría da guiar el arado y atar la gavilla! ¡Qué fiesta la barca en libertad entregada al viento! ¡Y tú, perezoso, a picar, a llevar a rastras, a llevar rondando! ¡Camina! ¡Tira del ronzal, ahora eres una bestia de carga en el atelaje del infierno! ¡Así que a lo que aspiras es a no hacer nada! Pues no pasarás ni una semana, ni un día ni una hora sin agobios. No podrás levantar nada si no es con angustia.
Cada minuto que pase te crujirán los músculos. Lo que para los demás sea pluma para ti será roca. Las cosas más sencillas irán cuesta arriba. La vida a tu alrededor se volverá un monstruo. Ir, venir, respirar: otros tantos trabajos espantosos. Te parecerá que los pulmones te pesan cien libras. Caminar por aquí en vez de por allá será un problema que tendrás que resolver. A cualquiera que quiera salir le basta con empujar la puerta, y ya está fuera. Tú, si quieres salir, tendrás que horadar un muro. Para salir a la calle, ¿qué hace todo el mundo? Todo el mundo baja las escaleras, tú rasgarás las sábanas de la cama, harás una cuer- da hebra a hebra, luego te colarás por la ventana y te colgarás de esos hilos sobre un abismo, y lo harás de noche, en la tormenta, entre la lluvia, en el huracán; y, si la cuerda es demasiado corta, ya no te quedará sino una forma de bajar: caer. Caer al azar, en la sima, desde la altura que sea, encima de qué? Encima de lo que haya debajo, de lo desconocido. O, si no, treparás por el cañón de una chimenea, corriendo el peligro de quemarte o reptarás por el conductor de unas letrinas con riesgo de ahogarte. Y no te menciono los agujeros que hay en disimular las piedras que hay que quitar y volver a colocar veinte veces al día, los cascotes que hay que ocultar en el jergón. Te ves te ves ante una cerradura; el ciudadano lleva en el bolsillo su llave, que le ha fabricado un cerrajero. Tú, si quieres ir más allá, estás condenado a fabricar una obra maestra tremenda, cogerás una moneda de cinco céntimos y la dividirás en dos láminas. ¿Con qué herramientas? Te las inventarás. Eso es cosa tuya. Luego ahuecarás la parte de dentro de esas dos láminas, teniendo cuidado de no estropear la parte de fuera, y harás en todo el borde una rosca, para que encajen perfectamente, igual que un fondo y una tapa. Cuando la parte de abajo y la de arriba estén enroscadas, no se notará nada. Para los vigilantes, porque te vigilarán, será una moneda de cinco céntimos; para ti será una caja. ¿Qué meterás en esa caja? Un trocito de acero. Un muelle de reloj al que le habrás hecho dientes y que será una sierra. Con esa sierra, del tamaño de un alfiler y escondida en una moneda, tendrás que cortar el pasador de la cerradura, la barra del cerrojo, el asa del candado, el barrote que tengas en la ventana y la manija que lleves en la pierna. Cuando concluyas esa obra maestra, cuando lleves a cabo ese prodigio, cuando estén a punto todos esos milagros de arte, de maña, de habilidad, de paciencia, si llega a saberse que son obra tuya, ¿cuál será la recompensa? El calabozo. Ése es el porvenir. ¡La pereza, el placer, qué precipicios! No hacer nada es una determinación tristísima, ¿sabes? ¡Vivir, ocioso, de la sustancia social! ¡Ser inútill ¡Es decir, nocivo! Por ahí se va a lo más hondo de la miseria. ¡Desventurado el que quiera ser un parásito! Será como los piojos.
¿Ah, no te gusta trabajar? ¡Ah, sólo piensas en beber bien, en comer bien. en dormir bien! ¡Beberás agua, comerás pan negro, dormirás en una tabla con los miembros sujetos con hierros cuyo frío notarás de no che en la carne! Romperás esos hierros y te evadirás. Bien está. Te arrastrarás bocabajo por la maleza y comerás hierba como los animales del bosque. Y te volverán a coger. Y entonces te pasarás años en una mazmorra, sujeto a una pared, buscando a tientas el jarro para beber mordiendo un espantoso pan de tinieblas que no querría un perro, comiendo unas habas que los gusanos se habrán comido antes que tú. Serás cochinilla en un sótano. ¡Ay, compadécete de ti, pobre niño, tan joven ¡Aún no hace veinte años estabas mamando y es muy probable que todavía tengas madre! ¡Hazme caso, te lo suplico! Quieres lucir paño negro fino y zapatos de charol, rizarte el pelo, ponerte en las ondas aceite perfursado, gustar a las mujerzuelas, ser guapo. Te cortarán el pelo al rape y llevarás una casaca roja y unos zuecos. Quieres una sortija en el dedo y llevarás una argolla al cuello. Y si miras a una mujer, te darán un bastonazo. ¡Y entrarás a los veinte años y saldrás a los cincuenta! ¡Entrarás joven, sonrosado, lozano, con los ojos brillantes y la dentadura blanca y completa y esa hermosa melena de adolescente y saldrás doblado, encorvado, arrugado, desdentado, horroroso, con el pelo blanco! ¡Ay, mi pobre niño, vas por el camino equivocado, la holgazanería es mala consejera! Robar es el trabajo más duro. Hazme caso, no te impongas la penosa tarea de ser perezoso. No es fácil convertirse en un granuja. Es más fácil ser un hombre honrado. Ahora vete y piensa en lo que te he dicho. Por cierto, ¿qué querías de mí? ¿Mi bolsa? Aquí la tienes.
Y el anciano, soltando a Montparnasse, le puso la bolsa en la mano, y Montparnasse estuvo un momento sopesándola; luego, con las mismas precauciones que si la hubiera robado, Montparnasse la dejó caer despacio en el bolsillo trasero de la levita.
Tras decir y hacer lo ya referido, el hombre le dio la espalda a Montparnasse y reanudó el paseo tranquilamente.
-¡lmbécil!-masculló Montparnasse.
¿Quién era el hombre aquel? El lector ya lo habrá adivinado seguramente
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Nos vemos el siguiente domingo a las 7pm…